sábado, 14 de mayo de 2022

Contraluces

Contraluces



Miles de miradas te escudriñan,

cuando está despierto el demonio

que habita en tu cuerpo

con su apariencia de ciervo penoso

y su piel de Belcebú avejentada.

Mil labios murmuran

porque tu corazón esconde

cualidad de guerrero medieval.



- De todo padeció- dicen.

- Es más sagaz que un lince- y te maldicen.

- Ella es su víctima- gruñen.

Te muestras tan impávido como intransigente.

Desproporcionadamente turbio

vives cerca de las nubes,

como en una película porno australiana,

cuando viajas cada noche

a iluminar mi habitación

con tu contracolor ruinoso

sin dispensa papal de santo matrimonio.



Flácido como eres,

apareces brutal y verdugo

asesino serial y demacrado,

que va paseando su esqueleto

desnudo y sibilino

en horarios impropios de la madrugada,

entre sombras crispadas en cama ajena,

harto de ser

un gratuito carroñero fortuito,

usurero de crimen y castigo,

o un león zahareño,

hastiado de andar hastiado de tinieblas.



Pero... al verte en faena,

a duras penas,

tembloroso,

con tus 70 tacos a cuestas,

chorreando tinta negra tus cabellos blancos,

me das escalofríos,

resfríos frugales y conyugales.

Disimulo el asco,

a mis 22 recién cumplidos,

dulce y bonita

yo, la niña decente,

la redentora,

la de los senos erectos y juveniles

que parecen desconocer la turgencia

de haber sido amados por el hombre;

yo, la luz de tus ojos,

limpio tus vómitos de borracho,

seco tus babas de fétida saliva

y conteniendo la respiración

me inclino de rodillas ante tu abultada billetera.



- La he engañado- piensas.

Sonríes con lascivia

y gozas mi vida de muchacha

a expensas de un simulado peregrinaje

en la imprudente hora del amanecer

en la que concibo virginalmente

un vástago tuyo,

lo que es admirable desde todo punto de vista,

un pequeño monstruo igual a ti,

convulso e impotente,

mientras cruzo la línea blanca que consumo obligada

en tanto nos aleja del espacio real,

y pides perdón a Eros por mi ingenuo pecado

de ambición en tiempo presente

donde los deseos se nos figuran cumplidos,

porque no habrá más futuro que tu herencia:

en cuanto consiga

el certificado del casamiento

no hará falta que repita el vía crucis.



Beso tu húmedo prepucio

con profesionalidad aséptica,

Abandono el nido como una garza real

radiante, esplendorosa.

Y cuando te vas,

arrojo con asco las sábanas al piso

en un cuarto donde la cucaracha más pequeña

es más grande que los botones

de tu sobretodo de escribano.

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