martes, 19 de abril de 2022

Lluvias y alaridos

 Lluvias y alaridos


Charles Bukowski-


Ya no queda tiempo para una salida plausible.

Las cosas que pudieron ser han sido fueros.

Lluvia y alaridos:

Está lloviendo la lluvia

remolinos de ideas coronadas.


Almas inmortales en primigenias cataratas

mal-llueven sollozando su impotencia en el sudario.

Persistencia fúnebre de la mojadura sangrante.

Vendaval y fosco torbellino.


Trapecios de poemas en el viento,

inofensivos y tristes,

regatean el Juicio Final.

Llanto de información

en la trastienda. Lluvia ácida.


Diluviana lluvia presente,

presuntuosa de retóricas,

que falsifica un desembarco,

rompe un pacto entre las ruinas,

como un oráculo de Delfos,

desconociéndose a sí misma

en su certitud huidiza.


Saetas desconsoladas de francotiradores

que temen siempre al más valiente,

perforan hoyos

con licencia para matar

venas de agua.


¿Quién nos estará guardando una esperanza en

lágrimas?

¿Qué inapropiado testigo nos redimirá,

oh lluvia redundante,

de la espada en lidia; del artilugio en la pócima

del gladiolo achicharrado por la iliquidez

que ulcera corazones?


Astillas de aguaceros en bautismos al sol.

Contrastes abisales a bocajarro

de un paciente estropajo

enfurecido. 

El sillón del terapeuta

El sillón del terapeuta


Esto es como el sillón del terapeuta.

Uno puede contar todo y desfogarse,

o contar hasta diez y atorarse,

embadurnarse


en la púrpura noche de unos ojos grises,

que empuñan y arroban dorados matices.

La irónica risa de los improperios,

sepultan a ciegas, cualquier cementerio.


La gloria se encierra, en colmena, mi afán

envuelve la prosa en papel celofán.

Las rosas, las risas, las rusas y razas

Me erizan y abrasan.

Y rezan.

En trizas me enrizan, me rozan, me arrasan,

cuando tú te es-fumas diecinueve habanos

suena un son cubano.


Las musas que cantan canciones de singles,

crisálidas pálidas de San Barbazul

nos hacen cosquillas como tantos jingles

aunque sean cálidas con el son so cool.


Los vasos que abusan de besos obtusos,

son agudos llanos de los equiláteros,

triángulos planos de un montón de usos,

para dos amantes en el cuadrilátero.

(de Box)

A Voz en vos.


-Se acabaron los 50 minutos.

-¿Cuánto le debo?




Parecía


Parecía


Parecía

una de esas noches típicas

del otoño bonaerense.


Un frescor de amianto

incapaz de enamorarse

provocaba ansiedad.

Mas no más que en primavera.


El taladro

de los grillos poseídos

aturdía el silencio.


El dulce aroma de los nardos

del jardín suburbial

entraba por la claraboya

sin escrúpulos ni tanteos.


La caterva del noticiario

descubría una música

inútil y exhaustiva

anunciando

un segmento

de tregua a la perfidia.


Las parejas se citaban

en barsuchos oscuros,

en galpones o tinglados,

para hacer el amor

en consonancia.


Era casi domingo.

Un sábado

que pasó sin apologías ni presunciones.


Mucha pena. Poca gloria.


La luna y sus metáforas

protestaban benevolentes

contra el descanso.


Parecía

una noche común

de soledad andrajosa

y riesgo cardíaco en ciernes.


Un noche ideal

para que el poeta

no tuviera que manosearla,

con una sobredosis de veneno,

y se ahogase en la bañera.


Parecida a tantas noches.

Pero no.

Era una noche especial y corrosiva.

Era una noche auténtica y virulenta.

Era una noche inevitable.


La noche en que por primera vez

iba a sonar el teléfono

y una fina carraspera

en un hilo de voz

preguntaba por el número equivocado.


Las citas estúpidas sobre las apuestas estúpidas

 Las citas estúpidas sobre Las apuestas estúpidas


“Blas Pascal, etc, etc.” Jacques Prévert.

“¿Qué clase de imbécil fue Jacques Prévert?” Michel Houlebecq

“¿Qué clase de imbécil fue Michel Houlebecq?” Odiseo Saltalamacchia.


Y TODO ASÍ.




Sin citas no habría intelectuales.

En un mundo donde como han pensado grandes filósofos que nos han dejado su ligamen, sabemos que 

"todo es simulacro" la mentira es paradójica, aunque el simulacro del simulacro debiera ser verdad.


No compares.

No compitas.

Solo comparte.

Sigue sola.

O solamente solo.


La estupidez es un arte individual.

La soledad de vos/ de nosotros/ de usted

 La soledad de vos/ de nosotros/ de usted



La soledad de vos

me llena el alma de sudor y aliento,

cuando los bares están secos

de madrugada fría

y amenaza lluvia en los rincones estériles

del fracaso ante

el noveno mandamiento de Dios.

Van construyendo el nido los chingolos

como jornaleros

sin trabajo en el estío,

a destajo del afrecho que consuman,

perdidos en cavilaciones

sobre el sexo de los ángeles,

si

el dedo es la medida del anillo

o

el anillo precede al dedo

que lo bautiza e interpela;

añorando a su amada congolita,

trinando sus canciones melodiosas.

Y la soledad de nosotros

crece

clara y fiel y fiel y clara,

transparente, devota, permanente

crece:

me tiembla en el recuerdo de tu nombre

que rememora,

a hurtadillas, su protocolo,

igual que un búfalo salvaje

haciendo señas;

y la almohada se mece perfumada

de girasoles en el

paisaje recortado de tu ausencia ilusoria.

En el calor del verano, en cambio,

la soledad de usted,

ataviada en mar,

me arrasa el cuerpo,

desvanece mi rostro entre las aguas

de rías contra lagos de montaña,

en el planeta insomne,

sin compases ni fuegos de kermés,

y me siento lejana e improbable,

extraditada al borde de equinoccios,

con la mitad de un brazo paralítico,

un ojo amoratado y otro preso

del tedio de vivir en el rellano,

lidiando por salir de la pendiente.


P I Q U E T E R O S

 P I Q U E T E R O S



El piquete se fortalece en un cuadro

putrefacto del ocaso, acaso.

He venido a vencer al indigno,

he alterado las reglas del fracaso.

No blasfemo si reclamo mis derechos,

mis torcidos, mis inclinados huesos.

Abundan los oropeles en el cementerio.

Felices matrimonios fuman Marlboro

y van jugando su vida a las apuestas de caballos

para perder, siempre perder,

(a la luz de un mundo propio,

que no supieron inventar)

hilvanes desdichados, en hilachas,

orgánicos anorgásmicos a los postres,

vinos en odres podridas,

atardeceres más rotos que excluidos

y parcelas con influencias de radionovela,

en los alambicados destinos de los polizontes

de aquel barco japonés que robaba peces

de los mares argentinos.


Latinoamérica

 Latinoamérica



Tú que sufres la tiranía del caos,

que has sido testigo por derecho propio

de los abusos, de la ignominia,

de la violencia y la furia de malvados

y profanos, ruega conmigo,

para que la cría de víboras que mintió

repte por el fuego y Dios nos salve

de tanta letra escrita en diarios de la mafia

por la oligarquía preñada

de pestes y calderones,

que se alimentan con vil basura de albañal.


jueves, 14 de abril de 2022

Los sueños

 Los sueños


Los sueños nunca son tan buenos

como los relatos que inspiran.

El cielo alcanza

su máxima expresión

en la garganta.

Del dolor, a veces, si hay arte,

nacen los poemas más bellos.

Quietud

 Quietud


Mientras

mi carne de plumas

teñida de lágrimas

atice el ojo sangriento de la melancolía,

me dolerá la quietud

resplandeciente de sombra

como una espina incrustada

en un pecho de estrellas rotas.


Enigmas

 Enigmas


Los miserables iniciados

avanzan por la autopista de la furia

hacia secretos hondos

de una completa nada,

atemporal

e inaccesible a los sentidos.


Un hombre con sombrero

estilo Bogart,

y un cigarro en la boca seca,

frunce el entrecejo, y sonríe

al ver a la aguardentosa rubia

apostada a su lado.


Cree develar el mundo terrenal

en la espesura de una puta de cabaret.


Un ejército de perdedores

bebe a babor y estribor,

una ginebra de marca fortuita.


En la ciudad no hay niños.

Cualquiera puede notarlo.


Cofrades de la secta

con sus repetidas mujeres

(pocas, siempre iguales,

nunca la misma)

invaden el mundo.


Con códigos cada vez

menos misteriosos

desvirtúan el morbo

que los envuelve.


Cultores de novelas negras,

cine negro,

ovejas negras,

letras negras e insolentes

en paraísos artificiales,

van desgranando

lo que luego llamarán:

sus vidas.


Solitarios y proxenetas,

compadecerán a la

vecina que a la siete treinta

toma el autobús

para comenzar su jornada

de enfermera en la clínica

donde atiende a los viejos apestosos,

que puedan pagarla.


En aquella época feliz,

Yo creía aún

que la estupidez humana

producía los enigmas,

dijo el Sr. Eco.

¿Entonces quien

sino, don Umberto?

¿La estupidez divina?


La cruz que custodiamos

es menos real que la muerte

que lleva a cuestas

nuestra desvalida existencia.

Vacaciones a la sombra de un pino

 Vacaciones a la sombra de un pino

-Preocupaciones-



Estoy preocupado por ti,

por el resultado de tus elecciones.


Usaste un micrófono para

vengar en voz alta lo que el silencio

sabe y calla.


La secreta sociedad de los Lores,

caballeros conspicuos y gentiles

en nobles asambleas de aposentos,

descomponen la hostil temperatura

del candidato a ser última fuerza.


Dijo Nietzsche que todo millonario

es un ser despreciable.

Son buitres, zopilotes

que viven de carroña entre excrementos.

El huésped de ricos esparavanes

se instala en el balcón de los hambreados.


Yo juego a responderle a tu locura,

si es cierto que existiera ese sub lite.


Y tómate unas buenas vacaciones

de la vida real e imaginaria.

Era

inevitable que algo se dijera

o se filtrara

por el hueco de abiertas cerraduras.

Los compromisos son evanescentes.

Deja reposar mi Acuario de Luna,

Epigrama y urdimbre metafórica.


Recuéstate a la sombra de algún pino,

enjuágate la piel con mala letra.


Atrévete al escote;

a purgar los resquicios de la vida,

(esa cruel coyuntura que nos duele

y sin embargo,

es más de lo que sueñan los poetas

con ñoñeces de párvulo cuitado).


¿No tendrías que abrir un sitio con tu nombre?,

¿no tendrías que amar de nuevo el alba?

22

Las cosas por su nombre

 Las cosas por su nombre


Aunque nadie ha descubierto todavía,

que existe un acto férreo en la retórica

que se atreve a sortear crestas y escollos,

flotando al ras de aguas monocordes:


Cada cual con su símil y sus trucos,

con jirones de arcaicas poesías,

avanza igual que un pobre pensionista

del Bed and Breakfast de los capitolios,

creyendo que su obra es francamente

la nueva plataforma del futuro.


Con ideas tan falsas como abstractas

propone un horizonte

y esconde en un bolsón la carabina

dispuesta a fusilar al enemigo.


No te incluye, por suerte, no te incluye.


El foco subversivo frivoliza:

Haya paz, compañeros.


Secuelas de la diáspora del genio.

Perdiciones del santo calendario.

Sonrojos de la orquídea.

Mnemotecnias.

¿Quién puede sospechar el contrabando

de contrastes biformes?

Los muertos en combate son pretérito.

Escuadrones mentados.


Las batallas se libran en presente.

Arengas, polvorines.

Nos quedan derrisiones obsoletas,

resortes conjugables,

ascetismos menguantes de cartel

y un hedor tibio zigzagueando

con que tejer elipsis hiperbólicas,

y ovillar las madejas fugitivas

para poder llamar, nunca o apenas,

las cosas por su nombre.


La guerra: pasión de multitudes

 La guerra: pasión de multitudes



Hay personas que dicen

que mi poesía es desmedida y sencilla,

que debiera seguir el hermetismo,

el verso breve, el silencio oscuro,

la fuga de vocales sugerida.

Otros piden a gritos

la monótona castañuela de la prosa,

el barco a la deriva,

las noches de San Juan,

(piden pan, no les dan…),

piden ripio, la rima consonante,

la eternidad en un cuaderno con espirales.

Bastantes almas hay que dicen

que escribo muy difícil,

que no comprenden las imágenes,

que para qué usar tal o cual palabra

ininteligible, ambigua, confusa,

que afloje con la frula y la retórica.

Las metáforas se les escapan de los dedos,

y me advierten que si insisto en mi imprudencia,

dejarán de leerme,

y no podré vivir del oficio de poeta.

Como si pudiera vivir de él o sin él.

Multitud de gente, también

me acusa de ser un triste moscardón incrédulo,

una ría nigromante,

un obstáculo en el margen de costas litorales;

una fan obsesiva y enfermiza,

me inculpan

de vivir de refilón repartiendo collejas

(Dios sabrá qué significa eso).

Varios aprietan el detonador enquistado

de la tediosa revolución

que vende humo y soborna las pasiones

con sangre de cayena:

braman su lucha a la resistencia del amor,

se escandalizan por nuestra paz perseverante.

Algunas veces,

me han escrito cartitas más bellas que mis letras:

“La lluvia empieza cuando callan tus labios”

“Te debo lo que soy, señora mía”.

”Tu lista de adjetivos me duele a la distancia”

Perforan mi conciencia sus frases trepidantes.

Me enternecen y olvido lo maldito de mi obra.

el castigo que intento con furia a los cobardes,

la lanza abigarrada y descontenta

que horade el corazón con sus demonios

y me siento después, decepcionada y dolida,

como si fuera la joven que para cambiar el mundo

cambia de celular

y compra camisetas del Che

en la feria artesanal de Villa Gesell,

fumando un porro y dando asco.

Entonces, me obligo a recordar

que mi intelectualidad me abruma,

como diagnosticó un crítico de arte,

experto en descolar filípicas,

de los muchos que dialogan con el viento

en un medio prestigioso,

-como gustan llamar a sus tribunas,

escaleras de la camorra

y pactos pestilentes-;

de esos tipos que aclaran la garganta,

se excitan y sentencian que circulo

en bicicleta de una rueda,

con la ilusión de estar viajando en limousine,

con un champagne francés bajo la axila.

Ignoran que los dragones me acechan

y que hambrientos rodean mi castillo,

echando fuego por la boca.

Soy incapaz de andar por los edenes

del jardín de las delicias

deshojando margaritas.

Incapaz de mentir que me gustan los paisajes

con pulcras descripciones.

Incapaz de subirme a las nubes desterradas.

Nula en el arte de hacer pasar gato por liebre.

Les guste o no les guste,

la tragicomedia es esta:

Con el desdén de los fracasados

y la impotencia de los desposeídos,

siento orgullo de mi afonía en la niebla.


Para pelear hacen falta dos,

pero conmigo que no cuenten.




Cosas de genios

 Cosas de genios: (siete- siete- once)




El buen gusto se educa;

el talento se educa.

La genialidad es cosa de pocos.


Descartados y descartables

 Descartados y descartables

A Nosotros, los descartados

A Nosotros, los descartables




El narcisismo encierra

el pensamiento en cuatro paredes

y

no lo deja volar.


La miseria de lo falso

 La miseria de lo falso

-preámbulo improrrogable-



Nuestra Virgen María, la intensidad de ausencias, María de la Tierra, Lucía lucía en ensoñaciones

(de vez en cuando escuchas aquella voz, canta la negra Sosa).

Aquella voz. Esa voz. Mi voz.

Pero esa voz es falsa moneda, moneda falsa.

No existe el artilugio como no existe ella. No existe nuestra infancia, donde dejamos la pobreza estructural rodeada de libros de Tolstoi, María María es un sol, la guerra y la paz, extraña coincidencia la nuestra de Readers digest y Ana-Kareninas.

Muchas personas hallan corriente y fatal la falsificación de la moneda.

Igual de vulgar e inexorable encontramos la imitación de las vidas sin identidades: El mundo paralelo de los que transitan por su heterónimo.

Y ocurre, de vez en cuando, que nos sentimos vaciados por el espectro. Como si el anónimo personaje quisiera ser nosotros mismos, nuestra palabra perfumando con aire el nuevo día. No los desechos que se asientan en la mente al desdoblarse y vernos desde fuera. Nuestra voz corregida por el foniatra de los pájaros. Una palabra de palabras, que pasa en limpio el borrador de nuestras intenciones, afectos y desperfectos. Una lupa que aumenta el signo. Una signatura como asignatura.

El portento es este, para algunos incautos que subliman y tildan de agradable el estereotipo. Porque cuando uno quiere desgajar (desgarrar, desnudar, desvelar, destripar, descular) el desfiladero, advierte sin ir demasiado lejos de su calle que no hay voz sin eco, ni eco sin arquetipo.

Sonámbulos y desprevenidos vamos pactando tristes rutinas para descubrir falsificaciones en nuestras imágenes oníricas.

¿Y qué se nos presenta con el análisis de tales agostos?

Que teníamos falsos billetes en nuestros bolsillos mágicos y que es hora de irlos devolviendo al legítimo dueño: El portador de los detritus de la confianza ciega.

He aquí la verdadera miseria. Nuestra orfandad en una caja de supermercado. La vergüenza de sentir que no somos creídos por no haber sido creados, por carecer de nombre y apellido. El spleen de Paris, la moneda de oro falsa, por ser un simulacro de pensamientos, más o menos afilados, heridos por el trueno de la esencia perturbadora de nuestro mutismo y nuestra infinita crueldad gremial. 




CIERRE DEL BLOG PREMIO CONSUELO

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